¡Vuela, Pichón, Vuela! Dardo Ganem: Cardenal Supremo.

Foto de tapa del libro de nuestras historias [1]; imagen de temperamento y educación dentro de la chaqueta del reconocido médico clínico, humano y experto; figura y referencia de todo medio scrum que jugara con esta camiseta.

Mucho más que imagen, sigue siendo pura esencia.

“El sentido de pertenencia sale de uno, es difícil contagiarlo”, sentenciaba don Dardo, con tanta franqueza como humildad en el libro de nuestras vidas [2].

Sincero y firme en el trato, pícaro sin pausa -dejó herencia-, no mezquinó ni un minuto de su apretada agenda para entregárselo a esta causa. Desde sus dotes de número 9 (o número 7 allá entonces y hace tiempo) hasta su silencioso amor inconfundible, traducido en su “siempre estar, siempre dar”.  

Nunca hizo alarde de su calidad en la cancha para opinar. Tampoco echó en cara las ausencias y los éxodos recurrentes. “Chapa” en serio no le faltaba, desde el histórico campeón del 54 y sus andanzas en el seleccionado, hasta ser el obligatorio estandarte en cada evento purpurado representativo.  

¡Cómo será de grande que su nombre se repite trescientas ochenta y seis veces en el único libro de historia que nos gusta leer [3]!

Único entre nosotros porque nos deja el ingoal invicto de predicar con el ejemplo, con autoridad, sin necesitar de estridencias. Como todo Cardenal auténtico se fue luchando hasta el pitazo final, aceptando la victoria y la derrota, tal como se encargaba de enseñarnos.

Nos deja un legado profundo, en la verde gramilla y en la forma de comportarse fuera de ella como un Purpurado sin vueltas: divertido, vacunando contra la viruela a los zafreros e implacable, cerca de la base de las formaciones. Así es, sobre la base de nuestra formación, eso que tanto nos desvela.

“Siempre estar”, tal vez ese pueda ser el lema. Su saber nos señaló que “esta es una familia, que así se mueve y así funciona”. Mientras tanto, no cesaba en el intento de pasarla bien, “manteniendo nuestro espíritu”, decía, como en un anhelo por mantener vivo el canto y la tradición de esta tierra roja, amarilla y negra.

Sus ochenta y pico de años siempre apuntaron a la bandera contraria, con la cabeza levantada hacia el futuro.

Nos deja la sabiduría del anciano de la tribu, lo que no es poco pal llanto y para la reflexión. Nos queda la obligación de ir en búsqueda de ganar cada partido, de defender el ingoal como la vida misma, del mejor entrenamiento que nuestras fuerzas puedan dar.  

Siempre vencerá su espíritu joven en cada rincón de nosotros, donde nos bendice su vuelo en el corazón de nuestras hurras. Aquí se quedará a vivir su última voluntad, con sus cenizas (que ya son nuestras), hechizadas de sudor e inteligencia, con el aroma de ese pedazo grande de champas de aquellos campos primeros. Ahí estará Pichón, junto al olivo joven que custodia el camino de nuestros guerreros, del vestuario al campo de batalla, para saltar, dignos, a la palestra.

Quedará por siempre la silla vacía de aquella silenciosa liturgia dominguera junto a su amado hijo, el Picudo Gerardo, cerquita de la tribuna nueva. Nos deja un rato, pero no se va, pues sigue festejando los tries desde su baranda, en cada partido de la primera.

Ojalá que Pichón esté siempre cerca, que sus alas alcancen la copa del eucalipto donde están los que nos cuidan, nos guían y nos bendicen. Que el lagrimón de la tristeza no nos nuble más la vista, que necesitamos tener el honor de tomar por él la última cerveza.

De pie, Purpurados y Purpuradas del mundo, que por ahí anda el Cardenal Supremo, por ahí sigue nuestro pichón Ganem, sabiendo estar, sabiendo mirar. Que su vuelo hecho llama nos proteja y nos enseñe a ser cada vez mejores purpurados, sin traicionar nuestras raíces, esas que tan aferradas nos deja, en nuestras canchas, en las calles de tantas vidas.

¡Vuela, Pichón, Vuela! Sólo nos queda admirarte desde el esfuerzo y honrar tu nombre con alegría inmensa.

Ref.

[1] Cardenales Rugby Club: su historia: 1944-2019, de Bernabé Oscar “Pocho” Alzabé.

[2] Obra citada, páginas 383 a 385.

[3] Cardenales Rugby Club: su historia: 1944-2019, de Bernabé Oscar “Pocho” Alzabé.




Del Libro de los 75 años
En casi todas las páginas de este libro se puede encontrar algo referido a “Pichón”. Es lógico, por su trayectoria desde muy joven, hasta transformarse en un jugador de primera división y del Seleccionado Tucumano. Pero es más justo reconocerlo porque desde ser Campeón en el año 1954, hasta el presente compartió con todas las camadas, siguiendo los triunfos y los sinsabores de Cardenales. Por eso en “Fotos Para el Recuerdo”, simplemente nos limitaremos a “sus recuerdos”, trasmitidos en una nota emotiva y de reconocimiento a su querido Cardenales Rugby Club. Sumándoles unas fotos altamente demostrativas de su trayectoria por el rugby tucumano.

Nota a Pichón. por Nicolás L. Funes.
En el año 1950 llegué solo al club, y aprendí mucho jugando. Comencé a los 15 años y participé 12 años como jugador y dejé de jugar al recibirme. En un viaje que hacemos a Córdoba debuto jugando en primera. Ya en el año 54, con un entrenamiento riguroso, comenzamos a jugar y a ganar. Veníamos invictos y sin que nos hagan un try, era el último partido y estábamos perdiendo, 3 a 0 con Lince. Nos dan dentro de las “25” un scrum cerca del in goal contrario, hago una jugada en la base del scrum, que avanzaba, al ver la línea de try me tiro sobre la pelota y me quedan 29 jugadores encima, unos para asegurar el try y los otros para evitarlo. El árbitro para el partido y saca uno por uno los jugadores hasta que me encuentra abrazado a la pelota sobre la línea de try y da por terminado el partido. Ganamos 5 a 3, Ricardo me abraza casi llorando y dice ---¡Gracias Petiso seguimos invictos! Jugábamos en el Departamento de Educación física. Hoy entrar al club, ver lo que es y cómo está, me genera un gran orgullo, me da mucha felicidad ver su crecimiento.
Diambra, Toll, Reginato, son algunos de tantos compañeros de camada. Lo que puedo transmitir como experiencia, es que hay que saber ganar, pero también saber perder, respetando siempre la decisión del árbitro. Esto es lo que me gustaría transferir a la juventud, me lo enseñaron el primer día que llegué a Cardenales. No fui dirigente, pero si un buen contribuyente. No sé si hubiese sido entrenador, es algo muy difícil, porque no hay que ser temperamental y lo soy, eso me habría jugado en contra.
La gente del club no es amistad es una familia. El que entró al club y entendió como funciona se quedó para siempre. Por eso es un símbolo importante.
Lo que veo es que los terceros tiempos de antes eran muy de amigos y compañeros, mejores y más extensos, cosa que no hacen las nuevas generaciones. Pero si veo que hay compromiso. Fue Ricardo Martínez Pastur, la persona que me marcó en todos los sentidos, fue nuestro líder y quien nos enseñaba.Tengo muchas anécdotas muy lindas, la de la carrosa fúnebre es una de las más divertidas que terminan todos en cana. Cada vivencia tiene su emoción, a mí me gustaría volver a vivir la experiencia del 2002, la del tercer campeonato. Dar la vuelta olímpica vestido como jugador, a esta edad, con Tato Bellomío. Fue algo inexplicable lo que sentí. Es complicado el arraigo y solo lo entiende quien fue parte del club y el sentido de pertenencia sale de uno, es difícil contagiarlo. Lo único que me gustaría, es que en el club no pierda el espíritu que tiene. Que Cardenales jamás deje de cantar y conserve la tradición.












Comentarios

  1. Un grande que seguro Dios juntará con otros grandes. Toda la familia Ponce recordaremos a este Cardenal de lujo. Abrazamos a la familia Ganem.

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